jueves, 24 de abril de 2014

México-Francia: Peña-Hollande, Calderón-Sarkozy y Florence Cassez


La reciente visita del presidente galo François Hollande a tierras mexicanas reveló un esfuerzo de ambas naciones para restablecer y mejorar las relaciones ya existentes, para cerrar aquella vieja herida del caso Cassez. ¿Cuales fueron las condiciones que se dieron para llegar hasta ahi?

Veamos primero los antecedentes de la relación México-Francia a partir del año 2005 cuando se da la detención de Florence Cassez y se le imputan los delitos de secuestro, delincuencia organizada y posesión de armas de fuego de uso exclusivo del ejército. Como es ya sabido, el arresto se da en condiciones de un montaje televisivo bajo las lentes de Televisa y TV Azteca. Una supuesta recreación del arresto original, que había ocurrido un día antes y en otro lugar, que vergonzosamente reconocería después el entonces director de la Agencia Federal de Investigación Genaro García Luna en el programa Punto de Partida de Denisse Maerker.

El montaje, junto con fallas en el proceso, llevó a la familia Cassez a exponer el caso en los medios de comunicación franceses, a crear un blog y a solicitar apoyo al gobierno. No obstante, el ¨affaire¨ había pasado casi desapercibido en el país galo, tanto como los cerca de 2200 ciudadanos franceses presos en el extranjero (según el diario Le Monde, 24 de enero 2013) de los que nunca se dice nada, aún cuando siete de ellos están condenados a muerte. Cuando se le dictó condena a 96 años de prisión en abril de 2008 el caso se mediatizó y cobró importancia.

En un primer tiempo se intentó su transferencia a Francia para cumplir su condena, pero, al existir la posibilidad de que le redujeran la pena, la decisión mexicana fue de no aceptar su traslado. En este momento se encontraba Nicolas Sarkozy en la presidencia. Un tipo dominante, ambicioso e inestable, según califica el experto en psicología política Pascal de Sutter. Por el otro bando, Felipe Calderón, a quien durante sus primeros meses de mandato la opinión pública calificaba de ¨sin huevos¨ -aunque después le salió el lado autoritario y quiso demostrar que sí tenía y muchos desde que se puso el uniforme militar- provocó un choque de egos. Una diferencia causada por demostrar quién tenía más razón y más fuerza, que fue llevada torpemente al terreno de la diplomacia por ambos mandatarios, afectando las relaciones bilaterales.

Calderón y Sarkozy encontraron una justificación para mantenerse inamovibles.

En ese entonces el clima social que se vivía en México era de miedo al secuestro, era el delito en boga y el caso Cassez se trataba de un asunto de justicia a favor de las familias de las víctimas secuestradas, que bien podrían ser los familiares de cualquiera de nosotros. ¿Cómo no habría de apoyar Calderón la opinión pública? Si, además, ya para el año 2011 su popularidad había caído en picada a causa de los miles de asesinatos del crimen organizado y necesitaba levantarla de alguna manera. Tenía que mostrar entonces que no se dejaría presionar ante nadie, estaba en juego su imagen de hombre duro. Accidentalmente, defender la soberanía nacional contra el “extraño enemigo” se convirtió en su justificación en el nombre de la justica. Del lado de la Francia se veía en Florence a una víctima de un sistema judicial corrupto, comparable al de una república bananera. Era entonces obligación de Sarkozy abrazar su causa y defenderla. Ya se habían visto las caras, ahora se mostraban los músculos.
 

Cambios en la banca de ambos equipos.

Llegado octubre de 2012 los nuevos presidentes, el socialista François Hollande y el priísta Peña Nieto, se reunían en el Palacio del Elíseo en París para discutir el relanzamiento de la relación México-Francia. El presidente mexicano declaraba oficialmente que respetaría la decisión del Poder Judicial y que deseaba que ello no marcara las relaciones... tres meses después ella estaba libre y era recibida, literalmente, con alfombra roja después de aterrizar en primera clase por Air France en el aeropuerto de Roissy. Ahí agradeció en repetidas ocasiones, durante una rueda de prensa, a Sarkozy y a Hollande por su ayuda. Habló también de Peña Nieto, dijo que las cosas estaban comenzando a cambiar. No mencionó jamás el nombre de Felipe Calderón.

Los dos mandatarios franceses fueron los héroes de esta película. Peña no lo fue: el pueblo francés no se creyó que su liberación fue decisión autónoma de la Suprema Corte. Si tan sólo se le hubiera liberado un año después, en lugar de tres meses, el proceso judicial habría sido creíble. Sin embargo la pronta resolución dio a entender que en México la justicia no existe, que depende de la intervención de un presidente que, cual emperador romano, decide si alguien merece ser condenado o no. ¿Y Calderón? Él acabó siendo visto como el villano, el representante autoritario de un partido que no sabe nada de diplomacia. Astuta jugada a favor del PRI para descalificar a los gobiernos blanquiazules en el terreno internacional con miras al futuro.

 

Dejando de lado las maniobras políticas, cierto es que habrá de sacarse algún beneficio tras la reciente visita de Hollande. La nación europea necesita salir de la crisis y ampliar su mercado en México puede ser una buena oportunidad de potenciar su economía. Del lado mexicano, es también una oportunidad para hacer negocios con otro país que no sea Estados Unidos. Es necesario comenzar a dejar de ser tan dependientes de los vecinos del norte. Pero esta nueva unión con Francia tendría que quedar en condiciones de igualdad para no terminar siendo como otro TLC, en el que las empresas americanas se instalaron a sus anchas en nuestro país para hacer sus negocios y no así a la inversa. De ser así, sólo estaría cambiando de manos una rebanada de nuestro pastel. Ambas partes deben beneficiarse y ganar-ganar.

Por cierto, para muchos franceses hoy en día sigue sin estar claro si Florence Cassez era culpable o inocente. Eso quizá nunca se sabrá.

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